Había una vez una pareja, Sofía y Lucas, que vivían en una casita rodeada de árboles altos y flores de todos los colores. Un día, Sofía le dio a Lucas la noticia más hermosa que había escuchado en su vida: ¡iban a tener un bebé! Desde ese momento, todo cambió. Su hogar, que ya era cálido y feliz, se llenó de una alegría tan grande que casi no podían esperar a conocer al pequeño.
Cada mañana, mientras tomaban el desayuno, Sofía y Lucas se imaginaban cómo sería su bebé. ¿Sería tan risueño como su papá, o tan dulce como su mamá? Sofía soñaba con enseñarle canciones, mientras Lucas soñaba con llevarlo a pasear entre los árboles. Su emoción crecía cada día más.
Sofía y Lucas comenzaron a preparar todo para la llegada del bebé. Pintaron la habitación de un color suave, como el cielo al amanecer, y llenaron la cuna con almohaditas y mantas suaves. Cada noche, antes de irse a dormir, Sofía le cantaba a su bebé, acariciando su pancita, mientras Lucas se unía tarareando una melodía.
—Nuestro bebé será tan feliz aquí —decía Lucas, sonriendo.
—Ya quiero verlo reír y jugar —respondía Sofía, con ternura.
Los meses pasaron, y con ellos, la barriguita de Sofía creció más y más. Todos los días, cuando sentían al bebé moverse dentro, imaginaban lo cerca que estaba el momento de conocerlo. A veces, Sofía se sentaba al sol, cerraba los ojos y se imaginaba caminando con su pequeño de la mano, mostrándole las maravillas del mundo.
Un día, cuando el cielo estaba cubierto de nubes suaves, Sofía sintió algo diferente. El bebé estaba a punto de llegar. Con mucha calma y emoción, Lucas la llevó al hospital. Allí, esperaron con sonrisas nerviosas, tomados de la mano, mientras las horas pasaban.
Finalmente, después de un largo día de espera, llegó el gran momento. El bebé nació bajo una luz cálida y suave, y lo primero que hizo al abrir los ojos fue sonreír. ¡Sí, sonrió! Sofía y Lucas no podían creerlo. Su pequeño había llegado al mundo con una sonrisa tan hermosa que parecía un rayito de sol.
—Mira cómo nos sonríe —dijo Sofía, emocionada, con los ojos brillantes de felicidad.
—Es el bebé más hermoso del mundo —respondió Lucas, sintiendo cómo su corazón se llenaba de amor.
El bebé, envuelto en una mantita, se quedó quieto y tranquilo en los brazos de su mamá, mientras Lucas lo observaba con asombro y ternura. Todo lo que habían imaginado, todo lo que habían soñado, ahora estaba ahí, en una pequeña carita sonriente. Sabían que este era el comienzo de una aventura llena de amor.
Los días pasaron, y Sofía y Lucas no dejaban de mirar a su pequeño. Lo llamaron Sol, porque con su sonrisa, cada día brillaba un poquito más.
—Nuestro pequeño Sol ha llegado —decía Lucas cada vez que veía la carita sonriente de su bebé.
—Y con él, nuestra vida es aún más hermosa —añadía Sofía, mientras acunaba a su bebé en los brazos.
Con cada día que pasaba, la casa se llenaba de risas, canciones y momentos tiernos. El pequeño Sol crecía feliz, rodeado del amor incondicional de sus padres, que siempre estarían ahí para guiarlo y cuidarlo.
Y así, en esa pequeña casa rodeada de árboles, vivieron felices, juntos, siempre llenos de sonrisas.
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