Era una noche tranquila. Las estrellas brillaban en el cielo, y Sol ya estaba acostado en su camita, abrazando a su peluche favorito. Mamá Sofía le había leído un cuento muy bonito y papá Lucas le había dado un beso en la frente antes de apagar la luz. Todo estaba en calma, y Sol cerró los ojos, listo para soñar.
Pero esa noche, algo diferente pasó. Mientras Sol dormía, empezó a soñar con cosas que lo asustaban un poquito. En su sueño, los árboles eran gigantes y hacían ruidos raros con el viento, y había sombras que se movían rápido por su cuarto. Sol, que siempre era muy valiente, de repente sintió un miedo que no había sentido antes.
—¡Mamá! ¡Papá! —gritó Sol, despertándose de golpe.
Mamá Sofía y papá Lucas corrieron rápidamente a la habitación de Sol. Lo encontraron sentado en la cama, con los ojitos llenos de lágrimas y abrazando su peluche muy fuerte.
—¿Qué pasó, mi amor? —preguntó mamá Sofía mientras lo abrazaba.
—Tuve una pesadilla —susurró Sol, temblando un poquito—. Había árboles grandes y sombras que se movían.
Papá Lucas se sentó al lado de Sol y le acarició la cabeza con suavidad.
—Las pesadillas pueden ser muy aterradoras, pero recuerda que solo son sueños, y no pueden hacerte daño —le dijo, sonriendo con ternura—. Aquí estamos para protegerte siempre.
Mamá Sofía se acercó a la ventana y la abrió un poquito para que entrara una suave brisa nocturna.
—Mira, Sol —le dijo señalando al cielo—. Las estrellas siguen brillando y todo está tranquilo. Las pesadillas no pueden quedarse aquí. Vamos a espantarlas con una pequeña magia.
Sol, curioso, dejó de llorar un poco y miró a mamá Sofía.
—¿Magia? —preguntó, intrigado.
—Sí —respondió mamá con una sonrisa—. Cada vez que sientas miedo, puedes cerrar los ojos y pensar en algo bonito. ¿Cuál es tu lugar favorito?
—La playa —dijo Sol—. Me gusta cuando vamos a jugar en la arena y hacemos castillos.
—Perfecto —dijo papá Lucas—. Ahora, cierra los ojos y piensa en el sonido de las olas. Imagina que estás construyendo el castillo de arena más grande del mundo. Y si las sombras vuelven, solo diles que no tienen espacio en tu castillo. ¡Tú eres el rey de tus sueños!
Sol cerró los ojos y empezó a imaginarse en la playa, con su cubo y pala, haciendo castillos de arena mientras las olas suaves llegaban hasta sus pies. Poco a poco, su respiración se hizo más lenta, y su carita mostró una pequeña sonrisa.
—Ya no tengo miedo —susurró Sol.
Mamá y papá lo arropaban con cuidado y le dieron un beso de buenas noches.
—Si las pesadillas vuelven, nosotros también vendremos —le dijo papá Lucas—. Pero por ahora, tu playa está protegida, y solo hay cosas bonitas en tus sueños.
Esa noche, Sol volvió a dormirse tranquilo, sabiendo que mamá y papá siempre estarían ahí para ahuyentar cualquier sombra. Y mientras dormía, soñó con el castillo de arena más grande y hermoso que jamás había construido.
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